Hace unos días acabó mi aventura por Estados Unidos. El que suponía ser un vuelo el 5 de Junio desde Filadelfia, se convirtió en un viaje humanitario desde Washington, todo con una simple llamada a la medianoche. No les voy a mentir, despedirme de la que fue mi casa por seis meses fue duro, pero nunca pensé que el viaje de regreso sería tan incómodo y complicado. Lo importante es que ya estoy en Colombia, lista para contarles sobre mis aventuras.
En el aeropuerto de Dulles tuvimos que estar al mediodía. Primero pasamos un chequeo médico que consistía en preguntas sobre síntomas. Después de documentar nuestras maletas, nos subimos a una aeronave donde el distanciamiento social no existía. En el avión habían 240 personas sentadas una al lado de la otra, para mi suerte quedé al lado de mi amiga, que estaba muy segura que no tenía coronavirus. Los demás no corrieron con la suerte de conocer a su compañero de vuelo. La máquina no era de la mejor calidad y en realidad, los cojines estaban desteñidos y dañados. A algunos se le podía ver los resortes y sigo sin entender porque había primera clase en un vuelo humanitario, si todas las vidas valen lo mismo.
Al aterrizar en Colombia tuvimos de nuevo distanciamiento social y los protocolos de seguridad estuvieron a la medida. Cuando recibimos el correo del vuelo humanitario nos dijeron que nos llevarían a casa a cada uno, por lo que nuestros familiares no podían recogernos. La verdad fue que nadie nos llevó a casa por parte del gobierno, solo nos pusieron unos taxis y vanes especiales que pagamos con nuestro dinero. Las opciones para quien no tuviera dinero, considerando el vuelo costó 400 USD, no eran muchas. Finalmente llegué a mi lugar de aislamiento por los siguientes 14 días. Espero que se pasen rápido porque no soporto estar encerrada ✨
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